Mientras las horas duermen ahí estamos,
vuelta a empezar.
La música se desliza por nuestros rostros,
acaricia nuestras mentes,
y tú sigues como te recordaba.
Aparentemente estable,
imponente a cualquier ruina
de la que no te diferencias tanto como creía.
La grava entre lo dicho y lo hecho.
El terciopelo no alcanza a disimular tus pasos titubeantes
que llegan hacia mí,
sutiles pero difíciles de frenar.
Ahora es siempre todavía,
te diluiste en humo
y en tu habitual inconstancia.