Puñados de hojas secas devoran el camino,
la brisa rechaza los pasos del penitente.
Las ramas de los árboles sobrellevan el viento que se abre paso
estrepitosamente entre su imperfecta constitución.
Sus chasquidos hacen frente a la quietud de la noche.
La oscuridad contrarresta con la luz,
que se ahoga tras los cristales de las ventanas.
Tras ellas la vida pareciera haberse esfumado.
Puedo “ sentir” la noche… divino